Aquí hay una versión revisada de la historia de Tatýana Tekinskaýa, una niña Teke que fue secuestrada de su tierra natal durante la Batalla de Göktepe cuando tenía 3 años.
En 1881, a la tierna edad de tres años, Tatýana Tekinskaýa fue expulsada de su tierra natal durante la ocupación rusa de Gokdepe. Fue llevada a Moscú por la condesa Milyutina, donde recibió su educación. Inicialmente, asistió a una escuela para niñas y luego al Instituto de Maestros Ýelizaweta. Al crecer en Moscú, abrazó la cultura y las tradiciones rusas, pero su amor por su tierra natal y el pueblo turcomano se mantuvo inquebrantable.
A pesar de su limitado conocimiento del idioma y las tradiciones turcomanas, Tatýana finalmente regresó a sus raíces turcomanas. Hizo una elección notable al optar por las humildes calles de tierra de los pueblos turcomanos en lugar de los grandes bulevares de Moscú. En lugar de enseñar ciencias en salones opulentos y vivir cómodamente con un salario sustancial, se aventuró desinteresadamente a las aldeas turcomanas, ofreciendo sus conocimientos a niños turcomanos analfabetos, a menudo sin compensación, excepto la simple súplica de » solo dales pan.»
El camino de Tatýana divergió de una vida con un actor ruso a casarse con un joven turcomano común en su pueblo. Dejando atrás las casas tipo mansión, los ballets y los valses, abrazó su tierra natal y aprendió diligentemente su idioma nativo, el turcomano. Tatýana se transformó en Artykgul, una niña turcomana con un amor inquebrantable por su país. Ella no es solo una niña común; es un ejemplo extraordinario de devoción a su tierra natal, logrando hazañas notables para el pueblo turcomano.
La historia de Artykgul sirve como fuente de inspiración para todos nosotros. Independientemente de cuán lejos podamos viajar o cuántas naciones desarrolladas encontremos, nuestra Patria sigue siendo una presencia constante, esperando pacientemente el regreso de devotos hijos e hijas como Artykgul.
Está en nuestras manos, como Artykguls y ciudadanos patrióticos de esta tierra, impulsar a nuestra nación hacia la prosperidad, elevarla un paso, y luego diez pasos, más. Este país nos pertenece a nosotros y a nadie más. Nuestra nación anhela individuos desinteresados, siempre listos para servir. El llamado de la Patria es incesante, y ella esperará por siempre, porque ella es nuestra Patria, nuestro hogar perdurable.