Dar la bienvenida a los huéspedes no es simplemente un deber; es una obligación sagrada. En el corazón de las tradiciones turcomanas, la creencia de que «los invitados son de Alá» está profundamente arraigada. Cada huésped es recibido con el cálido abrazo de «Myhman atandan uly», que trasciende la mera cortesía. Refleja un profundo respeto, reconociendo la conexión divina entre anfitriones e invitados.
Los valores turcomanos tienen en alta estima el pan y la sal. ¿Pisarlos? Se considera que invita a problemas.
El respeto por los ancianos no es solo tradición; es una práctica profundamente arraigada. Ya sea para cumplir con sus solicitudes, evitar disputas o simplemente mostrar respeto, es una parte integral de la cultura turcomana. El proverbio «El oro y la plata pueden envejecer, pero el padre y la madre no tienen precio» refleja la reverencia por los padres.
La sociedad turcomana se basa en valores morales: honestidad, coraje y generosidad. «Una persona noble cumple su palabra», enfatizando la importancia del honor.
La sinceridad es una virtud preciada. «Di la verdad, incluso si está en tu contra», resuena en la tierra. Los deberes y compromisos se tienen en alta estima, mientras que la frivolidad y los chismes están mal vistos.
Los vecinos no son solo personas de al lado; son una extensión de la familia. Los proverbios turcomanos hacen eco del sentimiento :» Antes de construir una casa, conoce a tu vecino» y «Vive al lado del feliz, y tú también serás feliz».
Embárquese en un viaje a través de las tradiciones turcomanas, donde cada gesto dice mucho en un lenguaje de respeto, honestidad y conexiones duraderas.