«La superficie más entretenida de la Tierra es el rostro humano»
Georg Christoph Lichtenberg
¿Qué esperamos normalmente de un viaje? Nuevas emociones, nuevos lugares. Queremos ver el Gran Cañón, los majestuosos Himalayas, densos bosques, praderas…
Monumentos y ruinas del pasado, arquitectura asombrosa, grandiosas catedrales que asombran nuestra imaginación. Queremos experimentar las cocinas únicas de diferentes países y culturas…
Sin embargo, nos falta lo principal, lo que da alma: la comunicación en vivo con personas que son diferentes a nosotros, tienen diferentes orígenes, una filosofía de vida diferente. Sin eso, el viaje pierde su encanto y se convierte en una mera excursión turística.
En cuanto a Turkmenistán y las naciones que habitan esta zona, aquí viven muchos grupos étnicos, pero la gran mayoría son los habitantes indígenas de estas tierras: los turcomanos. La antigua nación logró transmitir su código cultural a través de los siglos.
Los rostros de los turcomanos son asombrosos; Reflejan la reflexión y la sabiduría de generaciones. Como dice el proverbio turcomano: «La belleza de una persona es el rostro, la belleza del rostro son los ojos». Los ojos revelan mucho sobre su carácter. Los turcomanos siempre mantienen el contacto visual directo, irradian bondad a través de su mirada y las arrugas de los párpados los enmarcan como rayos de sol, de cuyo calor hay que entrecerrar los ojos. Al interactuar con los turcomanos, parece como si te hubieras encontrado con un viejo amigo al que no has visto en miles de años; siempre hay una sonrisa sincera y abierta en sus rostros. La sonrisa en la que confías.
Eso es lo que me hace querer volver a este maravilloso país para reencontrarme con esta gloriosa gente, para empaparme de su bondad.